Algo sobre mí 

¿Ya conoces mi blog? Cuentos, curiosidades, ideas, anécdotas... Lectura amena para ratitos perdidos

Disfruta de todos mis artículos en la columna DESDE MI COLMENA, en el periódico Alcorconhoy: 

Nací en Madrid, un "nueve del nueve" de 1974.

A muy corta edad disfrutaba tremendamente dibujando mis propios cuentos. Dicho disfrute aumentó cuando pude poner "voz escrita" a los personajes creados. 

A los once años empecé un diario que terminó convertido en un cuaderno de reflexiones, poemas, relatos, etcétera.

Un día, las personas que recibían mis cartas, o me leían en redes, empezaron a alentarme a "ponerme a escribir en serio" (publicar)

Hicieron falta el confinamiento y el deseo de colaborar con un gran amigo (Marcos, autor del magnífico prólogo) en un proyecto, para que naciera mi primer libro: Las abejas de Malia: El maestro griego.

"Y por fin, escapo a mi habitación. Despliego la mesa, robo una silla de otro cuarto, enciendo el portátil, conecto el ratón...
Manoseo nerviosa las patillas de mis gafas, esperando el momento de ponérmelas, como si hacerlo antes pudiera romper un hechizo o traer mala suerte.
Tomo asiento en esa nave que me lleva a lugares y momentos que uno no puede imaginar con la misma voluntad con que se ordena un armario. No: no es ésa, si es que puede llamarse voluntad. Más bien es todo lo contrario. Es... liberación.
Extraigo el pendrive del estuche, mientras siento el aumento de la frecuencia cardiaca que solo experimento de forma similar cuando me calzo las deportivas, ansiosa por disfrutar de una deliciosa carrera.
El ordenador se enciende. Mi nave vibra. Sus motores aceleran cuando mis dedos acarician el teclado.
Soy la flecha de mi ratón. Busco lo que comúnmente llamamos el archivo. Al pincharlo, aparece la puerta que me absorbe y todo desaparece a mi espalda: la habitación, las paredes, las penas, el Covid, las noticias y todos los siglos, con toda su Historia, que hubiera de retroceder para situarme en la franja temporal y espacial que he elegido.
Varias son las fórmulas mágicas que me arrancan de la compañía de mis personajes y su mundo. Basta un: "¡Mami! ¿Qué hay de cena?" o "Hay que bajar al perro". A veces es el mismo Happy quien, con su presencia y su insistente hocico, reclama mi regreso al único mundo que conoce. 
Cuando vuelvo, paso a otro pendrive una copia de la noche, los días o los años vividos en sólo unas horas de éste que llamamos mundo real. Me veo en el espejo del armario: mi mirada es la de un viajero que regresa de su mayor aventura. En mis ojos aún brillan pequeños destellos, que cruzan mis pupilas como restos de un cometa. Mi piel está sudorosa aunque mi cuerpo no se ha movido, como si yo misma hubiera empuñado una espada, o participado de su elaboración en la fragua; como si hubiera vivido la historia de amor más hermosa, o llorado la tragedia de una aldea arrasada.
El retorno me cuesta. Mis pies sienten el suelo como cuando acabo de quitarme los patines. Miro el ordenador como todos miramos la cama al levantarnos tras recibir el aviso de nuestro inclemente despertador.
Apago, pliego, ordeno, guardo... y me queda el consuelo de que volveré.
Y en la calle la gente me observa con curiosidad: no es normal cruzarte con alguien feliz. Ponderan, en base a lo que observan o lo que conocen, de dónde pueda provenir esa alegría que irradio, salpicada aún con vestigios del brillante halo que deja mi musa.
No saben que tengo un lugar increíble al que regresar siempre que quiera. Pero pueden conocerlo cuando lo deseen.

Porque soy escritora.

¿Y lo de "traductora"?... Por...?

Ya fuera porque en casa se escuchaba continuamente música extranjera, o porque me encantaba escuchar hablar a familiares y turistas llegados de otros países, la misma fascinación "comunicativa" que me empujó a la escritura, me llevó a aprender con avidez otras lenguas. 

Estudié Inglés y Francés en la Escuela Oficial de Idiomas, y tuve oportunidad de practicarlos en mis últimos trabajos, antes de la pandemia. Leía libros en ambos idiomas; así disfrutaba yo... Rarita, ¿eh...?

Me encontraba añadiendo Alemán a mis diversiones, cuando aparecieron: Marcos (el autor del magnífico prólogo) con este reto, Enio con su ineludible gladius, y el irresistible Icetas con sus pergaminos, tan curativos, tan necesarios... 

Y me pusieron la mesa patas arriba, entre libros de Historia y de Platón y cuántos más que encontraréis en el apartado Bibliografía, hasta hacer brotar, como La Flor de Loto mencionada en mi primer libro, Las abejas de Malia: El maestro griego. 

¿Un resumen en un artículo periodístico? Una revista, un periódico... 


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