«Cálmate ya. No es la diosa que describen los romanos, no es infalible, está claro que le has dado esquinazo», reprimió su asomo de pánico, asintiendo con los ojos cerrados. 

A su mente acudieron las quimeras que -no sin el toque fantástico y morboso propio de los clanes- se narraban por todos los pueblos celtíberos del valle del Ebro por los que Enio había sembrado el pánico desde su desembarco en Tarraco: 

"Es la crueldad encarnada en una bestia poderosa que, bajo la forma de una mujer, podría tumbar a un toro y sacarle las tripas con un solo movimiento." Las ancianas arévacas, belas y vacceas, aterrorizaban entre aspavientos a los niños que las observaban temblorosos, con los ojos como platos...

-Las abejas de Malia-               

Enio, diosa hermana de Ares, era conocida en la mitología griega como la destructora de ciudades

  • Encuentra su equivalente romano en Belona, hermana de Marte.
  • Siempre representada cubierta de sangre, sus mayores distintivos, aparte de un magistral manejo de las armas al servicio de la masacre, son su crueldad sin límite y la ausencia de compasión. 

En Las abejas de Malia, su nombre será un lamentable legado, una maldición que recaerá sobre la niña que lo recibirá con el fin de convertirla en una reproducción lo más fiel posible de la sádica diosa.

En el centro del escudo estaba labrado Fobos, inflexible, indescriptible, mirando atrás fijamente con ojos que brillaban con fuego. 
Su boca estaba llena de dientes en una hilera blanca, temible y desalentadora, y sobre su severa frente planeaba, aterradora, Enio, que provoca la estampida de los hombres.


-El escudo de Heracles, Hesíodo-

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